Musique et Philosophie

De Viaje, Sueño y Realidad...


¿Qué hay de común entre la filosofía y el universo? ¿Acaso que la filosofía explica las cuestiones últimas de su origen, o peor aún, quien adjudica su carácter teleológico? Entrar en semejante discusión resulta algo insustancial. Es un pseudoproblema al que de siglo en siglo la mayoría de eruditos ha tomado por pregunta fundamental.



Mejor, ¿Qué pasa si pensemos en que el universo siempre ha estado ahí, en que es alfa y omega, sencillamente eterno e infinito? Se desmorona al dios terrestre; al dios humano hijo de la necesidad y del miedo que el triste mortal siente por el caos y el devenir. Pero así nos queda entonces, algo más divino y de una belleza superior: la inteligencia universal que es caótica y encarnación del poder por el fuego, la fuerza, la explosión, el temblor,  la tormenta, el polvo cósmico!

Siempre es adecuado hacer este tipo de comparaciones (favorece el devenir inhumano): si en el universo resulta común la muerte estelar, ¿qué vale entonces un simple mortal hijo del instinto ciego de los órganos sexuales? Peor aún, ¿De los órganos sexuales de dos seres mutilados que no saben que los son? ¿Soy uno(a) mutilado(a) más? ¿Si una estrella llega a su ocaso, por qué no yo? Tener conciencia de lo anterior puede hacer devenir a tu naturaleza polvo cósmico. No darse cuenta, la desconsideración absoluta de las fuerzas supremas.

En este sentido, si tenemos que conferir un significado más profundo al conocimiento, hay que afirmar que la filosofía acrecienta la fuerza vital que desarrolla la capacidad de interacción con todas las fuerzas del universo. De ello deduzcamos, por tanto, que toda incapacidad vital, impedirá, naturalmente, la posibilidad real de interacción con sus energías, por lo que es necesario indicar que la filosofía no explica las cuestiones más generales del mismo, sino que nos introduce en todo lo que en éste hay de caos, orden, "crueldad" y potencia. Es el lazo, la comunicación y “empatía” entre nuestra finitud y su gloria.

Pero, no todo conocimiento aumenta esta capacidad vital. A algunos, como es sabido, agrada la idea del dios monoteísta, a otros el panteísmo, a otros someter el universo a leyes deterministas, a otros el ateísmo o escepticismo, entre muchas otras cuestiones, que al humano por la desesperación que le causa la necesidad de vivir en sociedad, se dice para sí y que luego de un determinado tiempo acaba por creérselo (otorgándole objetividad). Para familiarizarnos con el pensamiento nietzscheano pensemos en que al no haber verdad, esto es, conocimiento objetivo o, acceso a la cosa en sí, hay sólo perspectivismo — expresión de experiencias vitales. Cada una con el derecho a inventar o pregonar su verdad ante la perspectiva o interpretación impuesta como verdad absoluta para la sociedad. Sin embargo, puntualicemos que esto no significa que el múltiple valor que la subjetividad puede dar a la perspectiva, tenga la misma valía entre unos hombres y otros. Naturalmente, habrá quienes gocen de una mejor interpretación del mundo y el universo, por cuanto su perspectiva vital se encuentra en un punto u otro (al desaparecer la fe hay jerarquías —espirituales— imprescindibles).

Para recordar al divino Spinoza, digámoslo en estos términos: habrá quienes por su propia potencia, siempre gocen de ideas claras y distintas.

O a Goethe:
Los más sabios de todos los tiempos
sonríen y menean la cabeza y están acordes en decir:
¡Locura la de empeñarse en mejorar los locos!
¡Hijos de la sabiduría, temed a los locos
como locos: así os conviene!”

 

La facultad de conocer del humano es por tanto una pura interpretación del mundo; el loco, el vagabundo, el científico, los filósofos, los sacerdotes lo interpretan, pero esta depende del nivel o potencia en que la perspectiva vital del individuo esté.



Ahora bien, el Universo aún es ininteligible para el hombre. Las últimas interpretaciones de la ciencia apuntan a que definitivamente está en expansión y que por tanto las condiciones de desarrollo de otras formas de vida, en él, son en potencia probables. Sin embargo, la humanidad tardó mucho en saber algo tan elemental, ¿Por qué? ¿Qué es lo que frena tanto su desarrollo espiritual? Esto tiene un nombre catastrófico para la evolución histórica del sapiens: omisión. Olvidar que la verdad es una ficción, una metáfora petrificada. Y saber esto es una cuestión magnifica que libera mucho la imaginación y el entendimiento. Debería ser además el vino exquisito con el cual sacar del aburrimiento a los religiosos y a cuanta naturaleza mendaz existente sobre la tierra.

Ya nuestro fútil orgullo de ser los seres especiales y únicos en el  universo, se ha visto herido cada vez que un grande descubre lo imprescindible. Entonces ya no es conveniente preocuparse por ello, dejemos eso a un lado; fue un metáfora a la que de manera caprichosa decidimos por tantos siglos tener como verdad absoluta. Somos terriblemente pequeños ¿y eso qué? Si algo nos hace devenir dioses es reír de nuestras minucias. ¡Juguemos con ello entonces...! ¡Juega!... En relación al universo somos la irrisión de un dios majestuoso y perverso: la relación existente entre la muerte de una estrella y un humano debe generar pensamiento, debe liberar el espíritu.

Hay que tejer la certeza del gran viaje y, hacernos al derecho de una travesía muy pronto por los confines de su caos. Sin LSD u otro alucinógeno, por supuesto, y sin pensar en el reino prometido, sencillamente viajar por él; eso sí, por merito propio. Porque se hizo de cuerpo y espíritu un monumento viviente para resistirlo. ¡Para vivir ese hondo placer, ese hondo abismo!

Ahora bien, ¿Lo extraordinario de esta “idea” la falsea? ¿No es más alocado pensar que en breve vendrá un mesías distinto para judíos y cristianos? ¡La filosofía enseña que lo humano es necesario superarlo! Hay que ser inhumanos entonces…

 
¡Se acerca el momento de las travesías por el universo; hay que devenir übermensch!


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