Musique et Philosophie

PARAFRASEANDO AL RAYO: NOMBRES PROPIOS DE LOS GRIEGOS ESPURIOS




                                                                                    I

El rayo nietzscheano ha alcanzado con gran brío las razones, las feas razones de Eurípides. Y junto al supremo Dionisos las ha reunido para purgar, para acrisolar su espantoso talante socrático. El Sócrates feo, tripudo – porque muy seguramente comía y dormía con su panza llena -, el que instruyó y moralizó al último trágico y lo despojó de la forma trágica: lo desmusicalizó, lo pervirtió -  promoviendo en él y en aquella Europa, el  camino dominante de la gélida racionalidad que imponía un demostrar al artista; que le imponía la ciencia a lo que éste creaba e imaginaba, para agradar con ello a la ‘sapiente’ invención del conocimiento puro. ¿Y Platón? ¡Platón es el sello! El último eslabón de la triada Eurípides –Sócrates - egipticismo - para el pueblo. En rigor, el último eslabón y artífice de la decadencia helena para dolor y pesar de sus defensores ‘superiores’ – ¡y puros!  El ateniense de la genuflexión más fea, más aborrecible y costosa para occidente: su reverencia y simpatía terribles (¿acaso erótica también?) por el adiposo Sócrates. Todos estos idearon la idea pura y con ello eliminaron la briosa forma de la tragedia ática. Platón no debió hacerse cargo de la antítesis Heráclito (devenir), Parménides (el Ser puro); no debió intentar conciliarlas, debió respetar el constante movimiento. Sus instintos decadentes atacaron el arte para posicionar el camino del Bien, de lo en sí, de toda ‘patraña superior’. Juntos armaron el macabro proemio del cristianismo. ¡Ellos! ¡Sí, ellos! Que buenos y virtuosos deseos los de estos atenienses descarriados y moralistas. Cobardes son todos ellos… porque gustaron del egipticismo y la felicidad pura, pálida, sin placer ni dolor, suspendida más allá en una elevación trastornada. Ellos eliminaron las cosas aristocráticas e impusieron sus dolencias, sus quejas, sus calumnias sobre la vida terrenal, sobre el cuerpo y los sentidos. Inventaron el trasmundo, la alucinación fundamental de los negadores de la tierra. 

II
 Desenmascarar a Platón: el nacimiento de nuevos filósofos.

Corrección a Aristóteles. No debió decir: “soy amigo de Platón pero soy más amigo de la ‘verdad’” Debió cambiar “verdad” por “realidad”… así entonces Aristóteles hubiera roto su motor inmóvil y abrazado el inocente devenir con valentía. Pero era imposible para él. Su teleología llevaba el germen de lo momia, lo platónico, una variación parmenidea, un instinto de la decadencia amarrado al respirar, al ver, al oler, al oír, al sentir. Y que tan difícil era deshacerse de la necia idea de describir a una natura que dizque pone fines, de un cosmos con finalidades, planes, conspiraciones etc. Muy difícil en aquel entonces puesto que si vemos bien, aún hoy, el influjo de Platón sigue como una sombra espantosa todas instituciones modernas, la idiosincrasia del judeocristianismo en el mundo, en cada recoveco del intelecto y las emociones de los humanos del S XXI. ¡Era muy difícil Aristóteles! Mirad, aún hoy la gente sigue esa herencia de los judíos en aquel Egipto – el Egipto del que bebió y además reverenció Platón. Tómese este ejemplo para pensar lo que no pudo Aristóteles: desde el feo (¿o fea?) travestido Bergoglio, criatura execrable, o las anteriores abominaciones papisas y momias, nos hace pensar cuán difícil fue para aquel ateniense sobreponerse al platonismo vigente, palpitante, resonante, tendencioso como una peste vigorosa que se expandía por todo el espíritu heleno. La academia: la ubre de toda patraña superior, la imposición del ser parmenídeo y la Idea platónica, el egipticismo. Aristóteles mismo era un despropósito socrático, la herencia del maestro de su maestro incubada en sus entrañas (aun así fue poco más valiente). Luego, el medioevo y todos los alucinados conocidos por nosotros son sólo repetidores de la decadencia, de la virtud superior: huestes- momias son todos ellos. 

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